domingo, 7 de junio de 2015

El escándalo de la FIFA



El muy reciente (aún calentito) triunfo del F.C. Barcelona al conquistar frente a la Juve de Turín su quinto trofeo europeo de máximo nivel de fútbol, y todo cuanto ha movido a su alrededor, deportivo o no, estos días de final de campeonato que se suma a todo lo vivido desde que se iniciara el mismo meses atrás (cabe incluir también como "movida" extradeportiva inducida los incidentes de hace unos días en su estadio, en la disputa de otro campeonato, en una clara muestra de la delgada línea roja que separa usualmente la política de otras cosas que le debían ser ajenas, como el deporte en este caso y en la que se da la paradoja de que ni se quieren saber sus razones ni se invita a la cordura ante algunos ataques desaforados a personas que ha suscitado) no hace sino confirmar, de una forma u otra que el futbol es una máquina de generar dinero en todo lo que le roza, aparte de, como es natural, despertar unas pasiones que no sólo no están siempre debidamente controladas en su terreno estrictamente deportivo sino que son utilizadas frecuentemente sin ningún pudor con fines muy alejados del deporte.
 
Muestra de lo que debe ser el deporte: respeto.


Pero no salgamos en esta ocasión de la influencia en la economía mundial (y no es una exageración: ahí están los casos de los mundiales en Brasil, Rusia y en Qatar, por ejemplo, las inversiones que concitan y el impacto social en cada uno de los países por su celebración). De hecho, el desarrollo de esos eventos de alcance mundial, por su magnitud y popularidad internacional, sobrepasa con mucho la competencia deportiva entre las naciones y sus mejores jugadores y se convierte, como hemos apuntado, en una máquina de hacer dinero, generando oportunidades lucrativas para el turismo, el comercio, empresas de marketing, empresas de construcción de infraestructuras, y otros agentes económicos que se apuntan a los beneficios de estar en centro de atención del evento deportivo.

Todo legal, ¿no? Pues parece que no demasiado o, al menos, no todo, ya que los cuerpos policiales de investigación de los Estados Unidos están ahora alegando que esa máquina de producir dinero se apoyaba en parte en actos de corrupción y soborno. Como ya es sabido, el órgano de gobierno para el fútbol, la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado), está atrapado en una investigación mundial que apunta a  algunos de los altos funcionarios de la organización, que supuestamente facilitaron y se beneficiaron de la actividad corrupta derivada de las decisiones acerca de los campeonatos mundiales.

Como consecuencia de estas investigaciones, el Departamento de Justicia de EE.UU., su división de Impuestos Internos y el FBI anunciaron conjuntamente el día 27 de mayo pasado una acusación sin precedentes contra 14 funcionarios de la FIFA y ejecutivos mediante un documento del estilo cinematográfico de “EEUU contra…” hecho público el mismo día. Lo que causó conmoción fue que siete de los nombrados en el documento de acusación fueron detenidos sin ningún reparo en Zúrich, Suiza, curiosamente en vísperas de la reunión anual de la FIFA.

Los cargos se derivan de una investigación estadounidense de cuatro años que se centra en lo que los fiscales señalan como dos décadas de negocios corruptos y 150 millones de dólares en sobornos, incluida la oferta para la Copa Mundial 2010 en Sudáfrica.

Según la acusación, de 281 páginas, los dirigentes y sus co-conspiradores “dependieron fuertemente” del sistema financiero estadounidense durante los años 90 y cada vez más en las siguientes dos décadas.

Poco se ha hablado en los medios, sin embargo, de algo fundamental para opinar sobre el asunto, que son los cargos que se le imputan a la FIFA y sus directivos, para ser consciente de la vulnerabilidad y la manipulación a que está sometido el deporte, como si el publicar esas informaciones fuera ir en contra del mismo[1], cuando resulta que la acusación es una de las acciones ejecutivas más grandes en la historia contra funcionarios deportivos, y los delitos  serán tratados de una manera similar a los cometidos por organizaciones mafiosas o de tráfico de drogas; los cargos incluyen soborno, fraude y blanqueo de capitales.

Según la acusación, los funcionarios:
  • Utilizaron contratos falsos de consultoría
  • Enviaron dinero a través de intermediarios de confianza, banqueros, agentes de entidades de cambio de divisas, asesores financieros y otros que trabajan en el sector financiero
  • Crearon compañías pantalla en paraísos fiscales
  • Escondieron cuentas bancarias, utilizaron cajas de seguridad
  • Contrabandearon dinero en efectivo en grandes cantidades
El Departamento de Justicia de Estados Unidos ha señalado que la investigación sigue en curso. El recientemente dimitido presidente de la FIFA, Joseph Blatter, tras su reelección bajo las sombras del escándalo, no ha sido arrestado o nombrado en la acusación. Blatter dijo en un comunicado el miércoles, dos días antes de su reelección, que la investigación estadounidense “ayudará a reforzar las medidas que ya ha tomado la FIFA para erradicar todo acto indebido en el fútbol”.

El Departamento de Justicia de los Estados Unidos también ha hecho público un documento esquemático suficientemente explicativo en el que señala en qué parte de la organización se encuentra el nido de corrupción o, cuando menos, el eslabón débil de la cadena. Según documentos judiciales, los funcionarios utilizan diversos métodos para ocultar los pagos ilícitos que los enriquecen  a cambio de contratos de comercialización o de radiodifusión, o incluso de votos para elegir la ciudad anfitriona de la Copa Mundial.

Está documentado que la FIFA giró miles millones de dólares desde sus cuentas en una  importante entidad financiera suiza a cuentas en EE.UU. y en todo el mundo a través de una cuenta corresponsal en una sucursal estadounidense de un banco suizo. Algunos de los pagos fueron enviados a cuentas corresponsales en distintos bancos en Nueva York, según la denuncia, que también detalla reuniones en Miami y Nueva York, en las cuales los imputados habrían conversado sobre los pagos de sobornos.

Llama la atención que las designaciones de la Copa de 2018 en Rusia y de 2022 en Qatar han recibido significativa crítica pública pero no aparecen en la acusación, pese a lo cual, el Fiscal General de Suiza ha abierto investigación sobre esos votos[2] y el comité que votó a favor de las ciudades anfitrionas en el 2010 está siendo "entrevistado" por las autoridades suizas.

Richard Weber, el Jefe de una de las Unidades que firman la acusación dijo en una conferencia de prensa el mismo día que se produjeron las detenciones: “Esto realmente es la Copa del Mundo del fraude, y hoy le estamos mostrando a la FIFA una tarjeta roja”.

Falta saber si la expulsión que lleva aparejada la tarjeta roja consigue erradicar estos comportamientos y el deporte llega finalmente a ser eso: deporte y sólo deporte.


[1] Como indicativo de esta actitud radical y poco elaborada mentalmente de rechazo, es inevitable que venga a la memoria que cuando, en 2009, el GAFI publicó su documentado informe Money Laundering through the football sector (Blanqueo de capitales a través del fútbol), la reacción de un conocido y respetado comentarista “serio” deportivo de la capital fue la de despotricar sin límites contra tal informe y cuestionar incluso la objetividad del GAFI porque “era una ofensa para el Real Madrid” (??). Puede hallarse en la hemeroteca.

[2] En diciembre de 2014, el Comité de Ética de la FIFA desestimó las acusaciones de corrupción y cerró una investigación interna sobre ésta en el proceso de licitación para esas dos próximas Copas del Mundo de fútbol, Rusia y Qatar.

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